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Vega Baja ¿Y- ahora qué?
Durante mucho tiempo ha resultado inútil intentar convencer a los poderes
públicos de que Vega Baja era algo más que las zonas protegidas como Bienes de
Interés Cultural, a pesar de la evidencia abrumadora de la existencia de restos
arqueológicos dispersos por toda ella. Sin contar con las obligaciones y
compromisos internacionales de proteger el paisaje de las vegas, en el mundo
sólido de la materialidad arqueológica, muchos han tenido que meter el dedo en
la llaga para creer, y aun así, a algunos está claro que les molesta el
patrimonio, y siempre les ha importado un bledo.
A pesar de las continuas declaraciones desde la administración de respeto
al patrimonio, la realidad de la historia de Vega Baja dice otra cosa
completamente distinta. Lo que han hecho por preservar el patrimonio, ha sido
poco o nada. La administración regional sólo in extremis, cuando ya era
innegable la importancia de lo que allí había, paralizó el proyecto urbanístico
Vega Baja I, pero hasta el último momento hubo dudas. La declaración BIC fue
tan forzada, que los límites se trazaron a escuadra y cartabón, ajustados al
proyecto urbanístico, algo que ya era inverosímil en aquel mismo momento, pues
lo excavado mostraba claramente que los restos se prolongaban hacia otras
parcelas. Está claro que era un absurdo arqueológico que el yacimiento topara
abruptamente con una línea dibujada en un papel, pero en lugar de cumplir con
sus obligaciones de promover investigaciones para saber si el yacimiento se
extendía más allá, y así proteger el conjunto completo y no sólo una parte, no
lo hicieron, no fuera a ser que aparecieran más piedras. Y ahí quedó todo.
Bueno no, la misma administración regional encargada de la tutela del
patrimonio, aprobó uno tras otro todos los planes y proyectos urbanísticos
redactados por el Ayuntamiento, que eliminaban las protecciones previas, y planificaban
construcciones por toda la Vega Baja, incluso encima del yacimiento que ellos
mismos habían declarado BIC.
Por su parte, la administración local, hizo todavía mucho menos. Ha sido la
responsable de la redacción de todos y cada uno de los planes y proyectos urbanísticos
que se pretendían desarrollar sobre Vega Baja, desde el convenio inicial con
Defensa para que se pudieran construir más de 900 viviendas en el suelo que
hasta ese momento estaba protegido, hasta el momento actual, en que tienen
aprobada una modificación puntual del plan de 1986, que permite la
construcción, ahora mismo, de 1.300 viviendas sobre el yacimiento declarado
BIC, 300 en el antiguo camping del circo romano, y 98 en el entorno del Cristo
de la Vega, sobre otro BIC, además de usos dotacionales y terciarios dentro y fuera
de las zonas protegidas (incluido El Corte Inglés), sin contar con que en 2017
aprobaron y desarrollaron la urbanización de la UA 34, en Santa Teresa, y la
construcción de 4 bloques de viviendas de cinco plantas de los que sólo han
podido levantarse dos, claro, por la aparición de restos arqueológicos. Además,
han sido los impulsores de la consolidación de aparcamientos irregulares dispersos
encima del sitio, y defensores a
ultranza de la construcción del cuartel de la Guardia Civil, todo ello, a pesar
de la opinión en contra de expertos y organizaciones locales, nacionales e
internacionales, defensoras del patrimonio.
Su mayor éxito en la protección del patrimonio fue la construcción sobre el
mismo yacimiento protegido de una senda peatonal (sin seguir algún plan
director del sitio que dijera lo que había que hacer, simplemente porque no
existe), que ha cortado el yacimiento arqueológico por la mitad, ocultando importantes
restos arqueológicos, muchos de ellos aún por excavar. Poco más han hecho, por
no decir nada. Tenían obligación desde el 2008 de haber realizado un Plan
Especial de Protección y no lo han hecho. Bueno, concedamos que la empresa
mixta público-privada, Toletum Visigodo, S.L., en la que participaban todas las
administraciones (Junta, Diputación y yuntamiento), además de socios privados,
hicieron un buen trabajo con las excavaciones arqueológicas, que permitieron un
mejor conocimiento del yacimiento, aunque tal vez a un coste desorbitado. Sin
embargo, al mismo tiempo, el final de esta sociedad pone en evidencia los intereses
que realmente se tenían. Financiaron y mantuvieron su funcionamiento mientras
había esperanzas de urbanizar y sacar beneficio. El gerente de entonces, para
asegurarse de no cometer los mismos errores que en Vega Baja I, encargó la
realización de prospecciones y sondeos, que mostraron que el yacimiento se
extendía por la zona que se pretendía desarrollar en ese momento, Vega Baja II.
No debieron gustar mucho sus declaraciones de que el yacimiento se prolongaba
más allá de la zona protegida, y al poco dimitió. A partir de entonces, se dejó
morir a la empresa.
A muchos les habría gustado tener un suelo blanco, inmaculado, totalmente
liso y libre de obstáculos para obtener un gran beneficio, al colocar casitas
aquí y allá. Por eso ven el patrimonio como un obstáculo o una mancha. Habrían
querido que las parcelas estuvieran “bastante limpias”, o mejor, “limpias” del
todo de patrimonio, y como no lo estaban, que les hubieran dejado “limpiarlas”,
lo más rápidamente posible, para ganar más dinero. No entienden que existan
valores públicos superiores al beneficio económico de algunos, que deben
protegerse.
Siempre han negado que el yacimiento fuera más de lo que habían marcado
como BIC, porque les interesaba, y lo defendieron a capa y espada para lograr
sus objetivos de construir. La obligación como administraciones era intentar
arrojar luz, proteger todos los intereses, y los públicos en primer lugar, y en
vez de eso, cuando pudieron, intentaron restar valor a los restos
arqueológicos, una estrategia política, y de quienes tienen intereses
urbanísticos, muy conocida en el mundo de la arqueología, cuando el (“su”)
urbanismo “choca” con el patrimonio público.
A pesar de la evidencia, pretendían tirar para adelante, como se quiso
hacer en 2005-2006: excavar y documentar los restos como marca la ley, para
luego, en su caso, desmontarlos y/o protegerlos debajo de bloques de pisos, o
del cuartel, que es casi lo mismo que eliminarlos. Como responsables de la
tutela del patrimonio, la administración regional tenía la obligación de
delimitar correctamente el yacimiento, porque era evidente desde hacía mucho
tiempo, que no lo estaba, y como era lógico, la prospección geofísica encargada
ahora ha mostrado que era como muchos decíamos. Si existen restos arqueológicos
idénticos a los que aparecen a sólo unos metros de distancia, en la zona
protegida, no queda más remedio que protegerlos con la misma categoría, es
decir, ampliar el BIC, porque, que esa área esté incluida dentro de un ámbito
de protección de la carta arqueológica, está claro que no es la mejor
protección para un yacimiento extenso, como es el caso. Si ya existe una zona
protegida de esta manera, y existen pruebas contundentes de que el yacimiento
se extiende más allá de sus límites, no ampliar la protección a esas zonas
podría entrar dentro del supuesto de expoliación contemplado en el artículo 4º
de la Ley del Patrimonio Histórico Español, cuando, al urbanizar, se ponga en
riesgo una parte de la ciudad visigoda.
Afortunadamente, la presión ciudadana, una vez más, como en aquel lejano
2006, en que muchos creyeron haber salvado el yacimiento, ha conseguido
enderezar la situación, doblando el brazo político. Enhorabuena a todos por
esta victoria, pero no debemos dormirnos en los laureles. La experiencia
debe guiarnos para no caer en la misma trampa de antaño. Mientras la
Modificación Puntual 28, que permite construir en casi toda la Vega Baja, siga
en vigor, el yacimiento seguirá estando en riesgo. Y ahora, "el eje" del ladrillo
se desplaza también hacia La Peraleda, y por lo tanto, la lucha sigue.
Isabelo Sánchez
- Sánchez Gómez, Isabelo 2020: Vega Baja. ¿Y ahora qué?, toledodirio.es , 06-12-2020
- En el blog de Aurelio Gómez Castro, Atletismo Toledano:: http://atletismotoledano.blogspot.com/2020/12/medio-ambiente-vega-baja-y-ahora-que.html?m=1
- Sánchez Gómez, Isabelo 2020: Vega Baja. ¿Y ahora qué?, La Tribuna de Toledo, 07-12-2020