Isabelo Sánchez Gómez
Licenciado en Geografía e Historia
Prensa de Safont, Toledo |
Mientras que en otras ciudades el río se ha integrado perfectamente en la ciudad, en la nuestra, los toledanos, por lo menos desde el último tercio del siglo pasado, hemos vivido de espaldas a él. Sabemos que está ahí, escuchamos su rumor, y en alguna ocasión, muy de vez en cuando, bajamos a visitarlo, con prisa, como para asegurarnos de que aún corre.
Ni siquiera cuando las aguas del Tajo eran claras, los toledanos tenían una relación intensa con él. Es verdad que en el verano se bajaba a sus orillas para aliviar el calor, pero tal vez ha sido el único momento de amor con el río, intenso, pero breve, lo corto que puede resultar un baño. Tal vez tenga que ver esta actitud con lo "lejanas" que se encontraban sus aguas, allá en el fondo de esa grieta profunda, o puede que con lo traicioneras de las mismas, que se llevaron a tantas almas a su hades acuático, o también con que el toledano tenga un rencor oculto por tener el preciado líquido al alcance de la mano, y sin embargo, no poder apagar su sed con él, salvo con grandes esfuerzos.
Los tiempos modernos han traído ciertas ventajas "civilizadoras", como los alimentos frescos y "baratos" en cualquier época del año, o la energía eléctrica suficiente para mover nuestro mundo tecnológico y, a cambio, los toledanos hemos terminado por olvidar definitivamente el río. Hace ya tiempo que bebimos de las aguas del Lete y no recordamos lo que debemos al Tajo.
Central hidroeléctrica de El Ángel |
Ahora, cuando la ponzoña de las cloacas infecta las orillas de la roca, resulta difícil valorarlo. Sin embargo, a principio de siglo gracias a sus aguas empezamos a tener luz eléctrica en nuestras calles y casas, nos sacaron de la oscuridad cuando la ciencia todavía no permitía conducir la corriente eléctrica a largas distancias; a lo largo de los tiempos el río nos ha proporcionado pesca fresca; e históricamente, sus aguas, como las del Nilo en Egipto, han dejado, con cada inundación, sus limos en las vegas, un maravilloso abono que permitió el suministro de vegetales frescos y abundantes.
Antes de la invención de los sistemas de refrigeración y la agricultura intensiva, además de las redes de transporte y distribución rápida de los alimentos, la única forma de alimentar a las personas, y en el caso de las ciudades, a un gran número de ellas, era producir los alimentos en el entorno inmediato a donde éstos residían.
La ubicación geográfica de muchas ciudades no es casual. Suelen estar ubicadas en entornos que permitan el cultivo de frutas y verduras, que pueden ser recolectadas y puestas inmediatamente a la venta y consumidas en buen estado, antes de que se estropeen. Era necesario pues que, en primer lugar, existiera un río próximo y que en él se hubieran desarrollado amplias vegas para albergar los cultivos suficientes para la demanda local. Como el agua normalmente circula a cota inferior que el de su llanura de inundación, para poder irrigar los huertos se precisaban sistemas de elevación del agua, y de distribución de la misma.
Antes de la invención de los sistemas de refrigeración y la agricultura intensiva, además de las redes de transporte y distribución rápida de los alimentos, la única forma de alimentar a las personas, y en el caso de las ciudades, a un gran número de ellas, era producir los alimentos en el entorno inmediato a donde éstos residían.
La ubicación geográfica de muchas ciudades no es casual. Suelen estar ubicadas en entornos que permitan el cultivo de frutas y verduras, que pueden ser recolectadas y puestas inmediatamente a la venta y consumidas en buen estado, antes de que se estropeen. Era necesario pues que, en primer lugar, existiera un río próximo y que en él se hubieran desarrollado amplias vegas para albergar los cultivos suficientes para la demanda local. Como el agua normalmente circula a cota inferior que el de su llanura de inundación, para poder irrigar los huertos se precisaban sistemas de elevación del agua, y de distribución de la misma.
El Tajo, encajado en el "torno" del Casco Histórico de Toledo |
Panorámica. Grabado. Archivo Municipal de Toledo. En la esquina superior izquierda se observa una gran rueda hidráulica. |
En la ciudad de Toledo existieron varias ruedas hidráulicas movidas por la fuerza del Tajo, sin embargo su construcción y mantenimiento debía de ser muy costoso, ya que precisaban, en primer lugar, la construcción de una aceña o presa para retener el agua y conducirla hacia el canal de la rueda y, además, una rueda de grandes dimensiones para poder elevar el agua lo suficiente para salvar el canal del río y luego distribuirla por un territorio amplio. Tanto la presa como la rueda precisarían un mantenimiento importante, bien por las avenidas del río, bien por el tamaño de la rueda y su peso. A favor tendría la fuente inagotable de agua procedente del río, y no necesitar más fuerza que la producida por la corriente.
Plano de 1641 aguas abajo del puente de San Martín se observa una rueda hidráulica, a la altura de lo que hoy es la central hidroeléctrica de Azumel. Archivo Municipal de Toledo
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Plano de 1641 aguas abajo del puente de San Martín. A la altura de la actual presa del Ángel. Archivo Municipal de Toledo |
Presa de Buenavista. Rueda hidráulica en margen izquierda del río. Colección Santiago Relanzón Almazán. Archivo Municipal de Toledo. 1905-15 |
Restos de Noria de Corriente a la altura de La Peraleda, Toledo |
El único sistema de riego que ha llegado hasta nosotros, y que a falta de excavaciones arqueológicas, no puede precisarse su cronología, son las norias de sangre. Tal vez alguna pueda remontarse a época islámica, aunque han sido reutilizadas a lo largo del tiempo, convertidas en ocasiones en simples pozos y, en época más reciente, han sido explotadas mediante el uso de bombas.
Poveda 2004:43. Esquema de una Noria de Sangre |
Las norias de Sangre suelen contar con los siguientes elementos:
- Un pozo, elíptico u ovalado de variadas dimensiones en cuanto a su longitud y anchura, y profundidad. En el interior aparecen varios acodalamientos entre sus lados más cortos, uno, dos o tres, cuya función es evitar que el pozo se derrumbe.
- Alberca o depósito donde se almacena el agua sacado por la noria.
- Canalizaciones, que conducen el agua desde la noria hasta la alberca y desde ésta la distribuyen por las tierras circundantes.
- Rueda vertical, que es la rueda tractora que girando hace elevar el agua desde el fondo del pozo, mediante cangilones o alcaduces, que van fijados mediante una cadena o cuerdas a dicha rueda.
- Rueda horizontal, que es la que transmite la fuerza del animal, mediante un engranaje a la rueda vertical. A esta rueda se transmite la fuerza de la bestia mediante un mástil.
- Plataforma: El nivel del suelo en el que se encuentra ubicado el pozo de la noria se encuentra sobreelevado sobre el terreno circundante, mediante una plataforma construida con piedras. El suelo de dicha plataforma suele estar aplanado y sobre él gira la bestia. La altura de la plataforma también permite que el agua circule por gravedad hacia las zonas más bajas a regar o hacia la alberca.
Las norias de sangre proliferaron por las vegas del río, probablemente debido a que su coste debía ser muy inferior a las de corriente y su mantenimiento más fácil.
Norias en la ribera del Tajo. Hacia 1905. Colección Luis Alba. Archivo Municipal de Toledo |
Norias en la ribera del Tajo. Hacia 1905. Colección Luis Alba. Archivo Municipal de Toledo |
Norias de sangre en Plano de Toledo de 1900, cerca de la Fábrica de Armas. Archivo Municipal de Toledo |
Norias en las ruinas del Palacio de Galiana. Toledo. Grabado Jenaro Pérez Villaamil. España artística y monumental Universidad Autónoma de Barcelona. Depòsit digital de documents. |
En la actualidad varias estructuras de las norias de sangre todavía subsisten (sólo su parte subterránea, y sin la parte mecánica) en las vegas del río Tajo, en el término municipal de Toledo. Todas ellas se encuentran en zonas de la vega que han estado cultivadas desde hace cientos de años. Sin un estudio más profundo y excavaciones arqueológicas, no es posible establecer en qué época fueron construidas, y durante cuanto tiempo fueron usadas. Muchas presentan modificaciones, lo que hace presuponer un largo uso en el tiempo.
En las norias que he visitado han desaparecido todos los elementos mecánicos de extracción del agua (ruedas, mástiles, alcaduces, etc.), y sólo existe el pozo. Algunas de ellas todavía conservan la alberca que almacenaba el agua, o parte de la estructura que las elevaba sobre el terreno circundante. Debieron existir muchas más, pero gran parte de ellas han desaparecido. No existe ninguna preocupación por su conservación, y por lo tanto, la ruina amenaza con hacer que las pocas que quedan se pierdan también.
Los elementos que componen los sistemas de riego tradicional son muy endebles. Su humildad ha hecho que sean uno de los "patrimonios" más olvidados. Las vegas, y su explotación, nos ponen, sin embargo, frente a frente con nuestros antepasados más inmediatos. No es algo alejado en el tiempo, es una parte de nuestra historia tan reciente que muchas personas mayores todavía recuerdan cuándo las vegas se cultivaban. Se puede decir que existen lazos directos de sangre entre nosotros y el patrimonio tradicional de riego de las vegas, y por lo tanto, esas formas de vida deberían ser rescatadas del olvido, y contadas, para que todos puedan conocerlas y valorarlas.
Las vegas, tan denostadas hoy por nuestras autoridades desde el punto de vista de su conservación, sin tener en cuenta la cuestión específica de los restos romanos, visigodos e islámicos, todavía enterrados en la Vega Baja de Toledo, adquirirían otro valor ante la ciudadanía o serían un elemento más de valoración para comprender su potencial como una fuente de riqueza enorme en relación a la calidad de vida de los vecinos, si los usos a los que se destinan, en lugar de edificaciones y asfaltos, fueran la recuperación de parte de estos esos usos tradicionales, renaturalizándolas, con agricultura, huertos urbanos y jardines para el paseo, salpicados aquí y allá con los restos de las obras de nuestros antepasados, adecuadamente explicados.
En las norias que he visitado han desaparecido todos los elementos mecánicos de extracción del agua (ruedas, mástiles, alcaduces, etc.), y sólo existe el pozo. Algunas de ellas todavía conservan la alberca que almacenaba el agua, o parte de la estructura que las elevaba sobre el terreno circundante. Debieron existir muchas más, pero gran parte de ellas han desaparecido. No existe ninguna preocupación por su conservación, y por lo tanto, la ruina amenaza con hacer que las pocas que quedan se pierdan también.
Los elementos que componen los sistemas de riego tradicional son muy endebles. Su humildad ha hecho que sean uno de los "patrimonios" más olvidados. Las vegas, y su explotación, nos ponen, sin embargo, frente a frente con nuestros antepasados más inmediatos. No es algo alejado en el tiempo, es una parte de nuestra historia tan reciente que muchas personas mayores todavía recuerdan cuándo las vegas se cultivaban. Se puede decir que existen lazos directos de sangre entre nosotros y el patrimonio tradicional de riego de las vegas, y por lo tanto, esas formas de vida deberían ser rescatadas del olvido, y contadas, para que todos puedan conocerlas y valorarlas.
Las vegas, tan denostadas hoy por nuestras autoridades desde el punto de vista de su conservación, sin tener en cuenta la cuestión específica de los restos romanos, visigodos e islámicos, todavía enterrados en la Vega Baja de Toledo, adquirirían otro valor ante la ciudadanía o serían un elemento más de valoración para comprender su potencial como una fuente de riqueza enorme en relación a la calidad de vida de los vecinos, si los usos a los que se destinan, en lugar de edificaciones y asfaltos, fueran la recuperación de parte de estos esos usos tradicionales, renaturalizándolas, con agricultura, huertos urbanos y jardines para el paseo, salpicados aquí y allá con los restos de las obras de nuestros antepasados, adecuadamente explicados.
Algunas norias en Vega Alta y Baja
Referencias
Albarracín Navarro, J. y Martínez Ruíz, J. 1989: El agua y el riego en la poesía árabe andalusí (Siglo XI) (Hidrónimos conservados en la toponimia y en el habla de la Andalucía oriental, I Coloquio de historia y Medio Físico: El agua en zonas áridas: Arqueología e Historia, Instituto de Estudios Almerienses, pp. 97-120Poveda Sánchez, Ángel. 2004: Un estudio sobre las norias de sangre de origen andalusí: el caso de la alquería de Benassal (Castellón), Historia Agraria, 32: 37-58
Ramos Ramos, Julián. 1998: Las almunias de la ciudad de Toledo. Tulaytula, 3:51-76
Roldán Cañas, José y Moreno Pérez Fátima. El Regadío islámico en Al-Andalus
Téllez Rubio, Jesús. 1999: Dos agrónomos toledanos: Ibn Wâfid e Ibn Bassâl, y la huerta del Rey. Tulaytula. 4: 49-58