Desde dentro de Vega Baja, desde el yacimiento declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica en el año 2008, se experimenta la desolación y el abandono al que vergonzosamente están sometiendo los políticos a este sitio. La valla del camino, que pretende evitar que las personas puedan acceder y dañar los restos arqueológicos, caída; pero el tiempo, por sí sólo, ya ha hecho su tarea, y los plásticos que una vez protegieron las estructuras y estratos que quedaron a la vista cuando se interrumpieron los trabajos arqueológicos, aparecen ahora rotos; y la vida se abre camino con árboles y plantas que crecen sin control. Si paseas alrededor, unas alegres liebres acompañarán tu camino y te saludarán mientras paseas. Una "Liebre de Marzo", especialmente loca, me llamaba la atención. Incapaz de entender algo del yacimiento pensé en seguirla y acompañar a Haigha y al Sombrerero a merendar y tomar el té (eran las cinco de la tarde). Pero al poco volví desde el sueño a la razón para reflexionar que, ante el abandono, es normal que haya gente que pueda pensar en para qué sirve Vega Baja, y que es más útil ese espacio si se dedica a la construcción.
Los poderes públicos tienen la obligación de proteger y conservar el patrimonio, y "ponerlo al servicio de la colectividad en el convencimiento de que con su disfrute se facilita el acceso a la cultura y que ésta, en definitiva, es camino seguro hacia la libertad de los pueblos". Años y años de desidia. A la vista está que se incumple flagrantemente lo que la norma decía que tenía que hacer un Estado democrático (Preámbulo de la Ley del Patrimonio Histórico Español).
Afortunadamente, podemos felicitarnos de que, por lo menos, la presión ciudadana, haya conseguido impedir, de momento, que ahí haya ahora bloques de pisos, que era el deseo irrefrenable de todos y cada uno de los políticos que nos han gobernado. Por eso, por esa osadía del pueblo, nos castigan con desidia y abandono, con esta vergüenza, para que nos hartemos, y consintamos. Una vez vista la imposibilidad de llenarlo todo de casas, por lo menos que aceptemos edificar parte. Así ya podremos darnos con un canto en los dientes, por dejarnos un poco de ¡espacio vacío!, que es lo que claramente piensan, en línea con ciertos sectores económicos de la ciudad, sobre qué es un yacimiento arqueológico o un paisaje. Consideran, les leo la mente, que de esta forma matarán dos pájaros de un tiro: sacarán rendimiento económico al sitio, que es realmente lo que les interesa, y al mismo tiempo aparecerán como adalides de la preservación del patrimonio.
De momento, la partida sigue abierta (la reina roja no ha conseguido cortarnos la cabeza), aunque a lo largo del tiempo han conseguido dar bocados al sitio y al paisaje, algunos importantes, todavía, si alzas un poco la vista, desde algunas partes, puedes ver la bella silueta de la ciudad, como la vieron nuestros antepasados, y por lo tanto aun podemos disfrutar de un paisaje excepcional, que ha conseguido llegar hasta nosotros relativamente bien conservado, y que puede mejorarse con la puesta en valor del yacimiento, junto con la recuperación de espacios verdes y otros usos vinculados al ocio, a la naturaleza o el medio ambiente, que sean compatibles con el patrimonio, para el disfrute de todos, y de nuestros hijos, lo que es motivo para que nos felicitémonos.
¡La lucha sigue!